Con la violencia desbordada y la zozobra instalada en el corazón de la Mixteca poblana, Tepeojuma se hunde en un abismo de ingobernabilidad. Balaceras a plena luz del día, ejecuciones sumarias, ajustes de cuentas que tiñen de sangre las calles y un atentado directo contra el edil Gustavo Sánchez Martiñón configuran un panorama desolador donde el Estado parece haber perdido el control.
En menos de un mes, este municipio ha sido testigo de una escalada de violencia que amenaza con desdibujar cualquier vestigio de orden público. El más reciente episodio, el ataque a una patrulla que dejó presuntamente dos elementos estatales heridos y cuatro detenidos, no es un hecho aislado, sino un eslabón más en una cadena de terror que azota a la población.
Días antes, una pareja fue blanco de la furia asesina en las inmediaciones de las canchas Irineo Vázquez. Isaac N perdió la vida, mientras que su acompañante, Isabel N, lucha por su vida en un hospital. Las autoridades locales, timoratas ante la magnitud del problema, no descartan un ajuste de cuentas, una etiqueta que se repite con preocupante frecuencia en la narrativa de la violencia regional.
Pero la osadía del crimen organizado ha escalado hasta atentar directamente contra la figura del poder municipal. El pasado 23 de abril, el alcalde Gustavo Sánchez Martiñón sufrió una emboscada al regresar de la feria patronal de Santa María Zoyatla. Si bien el edil logró evadir los disparos, la patrulla de su escolta recibió el impacto de las balas, dejando un mensaje inequívoco: la violencia no conoce límites ni respeta investiduras.
A esta atmósfera de terror se suman los recientes asesinatos de dos hombres a manos de sicarios. Uno de ellos fue ejecutado a escasos metros del palacio municipal, una afrenta directa al corazón del poder local. El otro fue hallado sin vida en el libramiento carretero, engrosando la lista de víctimas anónimas de esta espiral de violencia.
La impunidad campa a sus anchas, como lo demuestra la presencia de civiles realizando detonaciones en una comunidad de Tepeojuma sin que hasta el momento se hayan reportado consecuencias judiciales claras. Esta falta de acción por parte de las autoridades alimenta la sensación de indefensión y envalentona a los grupos criminales.
El asesinato de un ex candidato de Movimiento Ciudadano añade un ingrediente más a este cóctel de ingobernabilidad: la violencia política. Este crimen no solo enluta a una familia, sino que también enrarece el clima político de una región ya de por sí convulsa.
La pregunta que resuena con fuerza en Tepeojuma es hasta cuándo la ciudadanía vivirá bajo el yugo del miedo. ¿Cuándo las autoridades estatales y federales tomarán cartas en el asunto para devolver la paz y la tranquilidad a este municipio de la Mixteca poblana que hoy se desangra ante la mirada impotente de sus habitantes? La respuesta, por ahora, se diluye en el estruendo de las armas y el silencio cómplice de la impunidad.