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Cae la hija del exalcalde de Amozoc junto con ‘El Mono’: armas, drogas y fantasmas del poder

Cae la hija del exalcalde de Amozoc junto con ‘El Mono’: armas, drogas y fantasmas del poder

Por Carlos Charis / Crónica sucia desde la Puebla rota



En la noche sucia del 6 de mayo, entre los baches de la autopista Puebla-Veracruz y la desconfianza que gotea como aceite viejo de tráiler, cayó Citlamina, la hija del exalcalde de Amozoc, José Cruz Sánchez Rojas. Cayó con todo y su amante: Marco, al que en los callejones le dicen ‘El Mono’, como si el apodo le quitara el hedor a plomo y cocaína que lo precede.

Venían en un coche cualquiera, pero dentro cargaban el infierno: armas, bolsitas con veneno, la costra de una guerra sin uniforme. La Guardia Nacional los paró y no hizo falta mucho más: el silencio olía a crimen. Revisaron. Encontraron. Y entonces, como ocurre siempre en este país, todo se vino abajo.

Él, líder de un grupo que los vecinos ya conocen mejor que al cura o al médico: Los Monos, dicen que se llaman. Unos perros del diablo vestidos de civiles. Lo peor es que no siempre han sido los enemigos. Durante la última elección —cuentan los que aún se atreven a hablar— el exalcalde usó a Los Monos como carne de intimidación, para meter miedo y votos. Para ensuciar la democracia con sangre joven.

Ahora los dos están en manos del Ministerio Público en Cuautlancingo, o al menos eso dicen fuentes que no dan su nombre. Las autoridades oficiales, como siempre, murmuran con la boca llena y los ojos vendados.

En Amozoc, el polvo no se asienta. Los vecinos saben que este no es el final, que hay otros Monos, otras Citlaminas, otras hijas que juegan al narco como quien hereda una hacienda vieja. Y el exalcalde, ese patriarca en desgracia, carga con el cadáver político de su apellido, mientras su sangre duerme, esposada, en una celda con olor a orines y secretos.

Porque en Puebla, como en todo México, los apellidos pesan menos que los fierros.