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La parca se llevó a un viejito por infarto

 Por Carlos Charis

A veces la parca no necesita estridencias. Llega callada, como un pedo en un elevador lleno. Un paso más, y el cuerpo dice "hasta aquí llegué, cabrones". Así le pasó al viejo Hipólito, sesenta y siete años de tragar saliva y ver pasar los días, reventó en una banqueta con árboles, ahí en la tercera cerrada Enrique García Carreto, en el Infonavit Manuel Rivera Anaya. Un nombre largo para un final corto.

Nadie vio venir la tragedia. Él iba solo, seguro pensando en la pensión del bienestar que en mayo pagan, la sopa aguada, en la sombra que no paga renta, en los pájaros cagando en las ramas. Pero algo adentro, en esa caldera arruinada que llamamos corazón, dijo "ya no más". Se desplomó sin un quejido, justo enfrente del edificio tres treinta y siete. Un infarto, dijeron los mirones. Se acercaron, con esa curiosidad morbosa que nos da ver un zapato fuera de su dueño. Lo vieron ahí, quieto, como un mueble viejo tirado en la calle. Alguien llamó a los de la ambulancia.

Pero para cuando llegaron los héroes del oxígeno, Hipólito ya estaba en otro viaje, uno sin retorno y sin boleto de vuelta. Confirmaron lo que el silencio ya había gritado: este cuate ya no respira. El corazón, esa bomba de carne que nos mantiene a flote, se rindió.

Unos cuantos vecinos, almas buenas o simples entrometidos, plantaron una veladora junto al difunto. Un gesto antiguo, como mear en la calle, algo que hacemos sin pensar. Para que el pobre diablo no se fuera solo al otro lado, como si una aislada vela fuera a espantar a la huesuda.

Luego llegó la camioneta de los muertos, el SEMEFO. Levantaron el cuerpo con la misma delicadeza que se levanta un costal de papas. El eco de la muerte se metió otra vez entre las hojas de los árboles. La calle volvió a su rutina, aunque con un hueco, el hueco de un viejo que ya no vive.

Hipólito no salió en los periódicos, no fue carne de cañón, ni basura de sicarios, ni víctima de un choque. Se murió de lo que nos mata a casi todos: de soledad, de que el tiempo no perdona, de un corazón que ya no quiso seguir latiendo en este triste mundo.

Q.E.P.D.