“La curandera que oyó el fin del mundo” (parte XIV)
Caso de mutilación ritual en Potosí, Bolivia (2018)
Por José herrera, 2025
“Para oír el futuro, primero hay que renunciar al pasado. Las orejas son anclas del tiempo.”
—Dicho atribuido a Ñusta Callisaya
I. La mujer que nació sin sombra
Ñusta Callisaya era una curandera de 61 años que vivía en el poblado de San Cristóbal, en las laderas peladas de la Cordillera de Lípez.
Se decía que podía curar la tos con rezos a la Pachamama y predecir tormentas viendo cómo hervía el agua de coca.
Pero algo cambió en octubre de 2018.
Los niños dejaron de visitarla por dulces de maíz.
Los perros dejaron de seguirla.
Y Ñusta comenzó a hablar sola en quechua arcaico.
II. “La montaña me gritó”
Según los comuneros, Ñusta afirmaba que el cerro Rico de Potosí le hablaba en sueños.
Le advertía sobre un segundo colapso de la mina, una nueva fiebre del oro, y la llegada de “los que no caminan, los de cuello torcido”.
Para limpiar su oído de “ruido humano”, empezó un ritual llamado q’epichiy.
Se trataba de seccionar el lóbulo de cada oreja con un cuchillo de obsidiana mientras entonaba versos en aymara.
III. La sangre como canal
Un día de noviembre, fue hallada frente a su choza, cubierta con una manta tejida con cabellos humanos.
Sus orejas habían sido completamente amputadas.
Tenía los párpados cosidos con hilo de alpaca, y una cuerda de cuero colgaba de su cuello, atada a un cuenco lleno de agua con hojas de coca flotando.
En su pecho, con sangre seca, alguien (o ella misma) había escrito:
“Ya no necesito oír. Ya lo sé.”
IV. El oráculo silenciado
Fue llevada al Hospital Daniel Bracamonte en Potosí, donde un equipo médico constató que, pese a la mutilación y la deshidratación severa, Ñusta permanecía lúcida.
Negó ayuda psicológica.
Durante cinco días recitó cifras, nombres y coordenadas en voz baja.
Un antropólogo boliviano sugirió que sus frases coincidían con líneas de vetas mineras y con fechas de desapariciones recientes en la región.
Antes de morir, pronunció:
“Ojalá no escuchen como yo escuché. El futuro no tiene piedad.”
Fue enterrada junto al cementerio de San Cristóbal.
Algunos aún dejan hojas de coca junto a su tumba, esperando que la tierra les hable de nuevo.