Crónicas de la Podredumbre Municipal (II): Tehuacán, Tierra de Caciques y Contratos Fantasma.
Tehuacán huele a humedad. No solo por la lluvia de abril, sino por el moho de los expedientes ocultos en cajones llenos de polvo y miedo. Aquí, la corrupción no es una novedad: es una herencia. Una costumbre que pasa de alcalde a alcalde como si fuera el bastón de mando, o peor, como si fuera una receta de familia.
Mientras la gente en la colonia San Nicolás lava sus camisas a mano porque no hay agua, los contratos por mantenimiento de tuberías aparecen firmados y pagados tres veces. Tres veces. Como si una fuga en la red hidráulica fuera el parto de los panes y los peces. Lo que no hay es vergüenza.
En 2023, bajo la administración de uno de los tantos jefecillos de papel que han gobernado Tehuacán con cara de niño bueno y manos de carterista, se detectaron irregularidades por más de 21 millones de pesos. Pero ya nadie se escandaliza. Aquí las auditorías son como misas: se escuchan, se aplauden y luego todos se van a casa. Amén.
El juego es simple: contratas a una empresa fachada, a un primo lejano, o a un compadre que hace facturas más rápido que tortillas. Simulas obras, inflas presupuestos, borras nombres, y para cuando alguien pregunta, ya estás en Cancún “en comisión”.
El Cereso local también apareció en la lista negra: uniformes comprados a doble precio, alimentos que solo existen en los recibos, y partidas para “rehabilitación de celdas” que, curiosamente, nunca llegaron más allá del escritorio del tesorero. Porque en la cárcel no solo están los culpables, sino los que no pagaron la cuota correcta al funcionario correcto.
Y por supuesto, está el presupuesto para “Gastos de Orden Social y Cultural”: 1.2 millones de pesos que debieron usarse en eventos comunitarios, becas y cultura. Pero en lugar de eso, acabaron en tequila, lonas con selfies del alcalde, y fiestas privadas con grupos norteños. Porque en Tehuacán, cultura es sinónimo de pachanga.
Las autoridades estatales dicen que ya investigan. Dicen que habrá sanciones. Dicen muchas cosas. Lo cierto es que mientras las promesas se multiplican en conferencias de prensa, los verdaderos culpables siguen libres, blindados por una red de favores, miedos y pactos que no se escriben en papel.
Aquí, en Tehuacán, el presupuesto público se maneja como una herencia maldita: entre parientes, socios y padrinos. La ciudadanía, por su parte, sobrevive con el mínimo, resignada a ser espectadora de un circo sin fecha de cierre.