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Sede Vacante

 

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“…Solo Él puede hacer nuevas todas las cosas” cf. Ap 21,5

 Horacio Cano Vargas

Después de que lo vimos dando la bendición Urbi et Orbi por la Pascua de Resurrección, apenas el día de ayer, hoy 21 de abril de 2025 murió el Papa número 266 de la Iglesia Católica: S. S. Francisco, de nombre secular Jorge Mario Bergoglio. Fue el primer latino en ser cabeza de la Iglesia. Pero, más allá de su origen, ¿qué hizo diferente a Francisco de los otros 264 sucesores de Pedro? ¿Quién continuará con la sucesión apostólica y se convertirá en el Papa 267 de la historia?

 

Sin duda, durante el siglo XX y lo que va del XXI, ha habido una sucesión de Papas fuera de serie. Muchos empezarían con Juan Pablo II; yo lo hago desde San Pío X, el Venerable Pío XII, San Juan XXIII, San Pablo VI, el Beato Juan Pablo I y, mención especial, Benedicto XVI, que aunque es el único de los mencionados al que no se le ha iniciado un proceso de canonización, personalmente he disfrutado mucho la riqueza doctrinal que nos ha dejado en encíclicas y libros. Recomiendo mucho leerlo. ¡Qué fortuna vivir en una época con Papas tan sabios!

 

¿Y Francisco, dónde queda? Sin duda fue el líder que necesitaba la Iglesia de su tiempo. Su forma de comunicar marcó la diferencia: le imprimió frescura, fue muy claro, utilizaba redes sociales, discursos sencillos, grandes encíclicas e incluso plataformas de streaming. Muchos podrían decir que su mensaje fue innovador, por ejemplo, el dirigido a la comunidad LGTB o ante las diversas realidades modernas. Creo que las posturas del Papa Francisco no son diferentes a las expuestas en el Compendio del Catecismo de la Iglesia, promulgado por Juan Pablo II en 1992, en el que, por cierto, trabajó como cardenal el mismísimo Joseph Ratzinger, quien supervisó los trabajos de esta gran obra. Francisco, sin duda, supo decirlo de una forma nunca antes dicha. Llegó a los corazones de muchos y fue sensible. Si dicen que gobernar es comunicar, creo evangelizar lo es aun más.

 

Sin embargo, hay que recordar, como él mismo recalcó al final de su último mensaje, apenas el día de ayer, citando el libro de los Hechos de los Apóstoles:

“…Sólo Él puede hacer nuevas todas las cosas.”

 

Quien quiera ver con ojos humanos la sucesión apostólica y analizarla como si fuera una elección presidencial, o peor aún, como si se tratara de House of Cards, Conclave o un drama televisivo similar, les diría que su análisis será errado; que no entienden que no entienden. Es entretenido analizar las posibilidades, los perfiles, la ideología de los cardenales electores, pero dejan de ver que se trata de la elección de un líder espiritual de miles de millones de personas en todo el mundo. Y, sobre todo, no toman en cuenta al gran elector: ese que ha acompañado a la Iglesia durante casi dos mil años y que, a pesar de las personas, la ha mantenido a flote.

 

Cierro con una frase del Papa Francisco, contenida en el mensaje de la bendición Urbi et Orbi del 20 de abril de 2025:

 

“Hago un llamamiento a cuantos tienen responsabilidades políticas a no ceder a la lógica del miedo que aísla, sino a usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo. Estas son las ‘armas’ de la paz: las que construyen el futuro, en lugar de sembrar muerte.”

 

Sin duda es un llamado a que todos, desde nuestra trinchera, colaboremos con el bienestar, con el bien común, pues. A dejar los intereses particulares y usar todos nuestros recursos para construir el futuro.

 

Hasta entonces…




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21 de abril de 2025, Domus Sanctae Marthae, Ciudad del Vaticano